Entre los primeros músicos del Uruguay figura fray
Manuel Ubeda (1760-1823), autor de una "Misa para el día de
Difuntos", escrita en Montevideo en 1802; Juan José de Sostoa
(1750-1813), autor de música sacra; Juan Cayetano Barros , violinista
y director de orquesta en la Casa de Comedias de Montevideo, de 1806 a 1828;
Antonio Barros (1800-1855), hijo del anterior, y también director
de orquesta en el teatro, autor de sinfonías y conciertos; Tiburcio
Ortega (1759-1839), maestro de capilla en la Catedral y director de orquesta
en la época del virrey Pedro de Melo (1795); etc.
La segunda generación
de músicos uruguayos se caracteriza por el predominio del aficionado,
que escribe ligeras piezas de salón para piano o canciones de carácter
romántico. Se destacaron en este período Carmen Luna, Jacinta
Furriol (1806-¿?); Diego Furriol (1808-1842), Fernando Quijano (1805-1871),
etc. En esos años llega a Montevideo el músico húngaro
Francisco José Debali (1791-1859), autor de la música del
Himno Nacional y de varias obras sinfónicas y de cámara.
A
mediados del siglo XIX surge la tercera generación de músicos
uruguayos, que se distingue por el advenimiento del virtuosismo pianístico,
provocado por la llegada al Río de la Plata del célebre virtuoso
Segismund Thalberg en 1855. Los principales representantes de este período
son: Dalmiro Costa (1837-1901), autor de excelentes páginas inspiradas
sobre melodías americanas; Oscar Pfeiffer (1824-1906), autor de brillantes
paráfrasis de conciertos sobre temas operísticos; Pablo Faget
(1825-1910) y el ciego Miguel Hines (1820-1863.
La cuarta generación
está encabezada por tres compositores de sólida técnica
y más alta preocupación estética: Tomás Giribaldi
(1847-1930), autor de la primera ópera escrita en el país,
"La Parisina", estrenada en el Teatro Solís en 1878; León
Ribeiro (1854-1931), autor de óperas y sinfonías que revelan
sólido conocimiento académico; Luis Sambucetti (1860-1926),
formado en Europa y director de la primera Orquesta Nacional del Uruguay
de 1908 a 1914. Carmelo Calvo (1842-1922), organista y compositor español,
fue el maestro de varias generaciones de músicos uruguayos de ese
período.
Con el XX se produce el advenimiento de las corrientes nacionales
en el terreno de la composición musical, destacándose en este
sentido varios músicos uruguayos: Eduardo Fabini (1882-1950), autor
de obras inspiradas en una tendencia nacional sincera y profunda; Alfonso
Broqua (1876-1946), autor de una vasta producción que abarca todos
los géneros; Luis Cluzeau Mortet (1893-1957); etc. Paralelamente
con la tendencia de carácter nacionalista, de desarrolla en la primera
mitad del siglo actual otra línea expresiva en la música uruguaya
que busca una fuente melódica ecléctica y una estructura formal
universalista. Ella está representada a principios de la centuria
por la figura extraordinaria de César Cortinas (1892-1918), autor
de óperas, sonatas para violín y piano y numerosos lieder.
La última promoción de la música uruguaya destaca los
nombres de Carlos Estrada, Héctor Tosar (1923-¿?), Ricardo
Stomr, Luis Campodónico, etc.
En 1873 se creó el Conservatorio La Lira, y en 1879 la sección
música de la Escuela de Artes y Oficios; el Instituto Verdi en 1890,
el Liceo Franz Liszt en 1895 y el Conservatorio musical de Montevideo en
1904. La Sociedad Beethoven inicia, en 1897, la difusión de la música
sinfónica. El SODRE, creado en 1929, cuenta con el Conservatorio
Nacional de Música. La Orquesta Sinfónica, la Banda de Montevideo,
etc.
El destacado musicólogo Lauro Ayestarán (1913-¿?),
es autor de obras muy importantes sobre el desarrollo musical del Uruguay.
El folklore nacional, íntimamente ligado con el argentino, cuenta
entre sus danzas y aires nacionales, el Pericón, el Triste, el Cielito,
el Triunfo, la Vidala, la Milonga, etc.