La historia de la música en Cuba responde, de manera
general, a una serie de circunstancias históricas similares a la
de otros países de América Latina, ya que, en virtud de los
comunes orígenes, es similar al proceso de las integraciones culturales
que conducen a la expresión de un arte nacional. Los indios que poblaban
la isla, taínos y siboneyes, fueron exterminados rápidamente
por los españoles, no dejando huella musical de ninguna índole.
Recién comenzaba la colonización por los conquistadores españoles,
a principios del siglo XVI, fueron conducidos de Africa los primeros negros
esclavos. La mezcla de estos dos aportes raciales, el español y el
negro, se combinan para producir la música popular cubana.
Entre
los primeros músicos cubanos figura Esteban Salas (1715-1803), quién
fundó en la ciudad de Santiago, hacia la segunda mitad del siglo
XVIII, la primera "capilla de Música" en Cuba. Antonio
Raffelin (1796-1882) es el primer compositor cubano que cultiva la forma
sinfonía con señalada influencia haydiana. Estudió
en París en 1836, e hizo ejecutar sus obras en esa ciudad.
Manuel
Saumell (1817-1870) es el iniciador del nacionalismo musical cubano. En
sus "contradanzas" aparecen rasgos estilísticos que anticipan
algunos de los principales géneros populares cubanos: danzón,
danza, guajira, habanera, criolla, etc. Ignacio Cervantes (1847-1905), la
figura más importante en el panorama musical cubano del siglo XIX,
logra en sus extraordinarias danzas para piano una maravillosa síntesis
del espíritu chopiniano, con la sustancia sonora nacional que había
fijado Saumell con sus contradanzas.
La corriente operística italiana
que señorea en América en la segunda mitad del siglo XIX,
tiene altos representantes cubanos en los nombres de Laureano Fuentes (1851-1891),
Nicolás Ruiz Espadero (1832-1890), Gaspar Villate (1851-1891) y otros
compositores, llegando hasta Eduardo Sánchez da Fuentes (1874-1944).
No obstante la influencia italiana, en las pequeñas formas cultivadas
ocasionalmente por todos ellos, la canción, la danza pianística,
supervive la corriente nacionalista.
Instaurada la República en 1902,
se cultiva un género de zarzuela cubana que provenía de los
"espectáculos bufos", criollos del siglo XIX, herederos
de las tonadillas escénicas españolas, que habían estado
en boga desde 1780 hasta 1850. En esta clase de espectáculo se mantenía
viva una verdadera tradición nacional; fué un extraordinario
compositor de estas obras Jorge Anckermann (1877-1939), autor de alrededor
500 zarzuelas.
Hacia 1923 los jóvenes artistas del país fundan
en La Habana el llamado Grupo Minorista, dedicado con fuerte ímpetu
al estudio y la divulgación de las nuevas tendencias. Amadeo Roldán
(1900-1939) y Alejandro García Caturla (1906-1940), formados técnicamente
en Europa, representan la música dentro de este movimiento de "vanguardia".
Con ellos la música cubana se situaba dentro de las inquietudes que
primaban en la música universal de ese momento, y con ellos se inicia
el moderno arte sinfónico cubano. José Ardevol, nacido en
Barcelona en 1911, y residente en Cuba desde 1930, vino a llenar el vacío
dejado por las muertes prematuras de los dos compositores anteriores, nutriendo
con sus sólidos conocimientos a la nueva generación. El Grupo
Renovación incluye a Edgardo Martín, Hilario González,
Julián Orbón, Harold Gramatges, Serafín Pró
y Argeliers León. La obra de Ardévol y estos compositores,
representa el mas genuino exponente del arte musical cubano en los últimos
años.
Las danzas cubanas características son: la habanera,
que invadió el mundo a mediados del siglo XIX; la rumba; el danzón;
la guajira; el son; el punto; etc.