Brasil
Los indios que habitaban el Brasil cuando llegaron los primeros colonizadores europeos, practicaban el canto y la danza para acompañar las ceremonias rituales y guerreras. De la raza tupí que habitaba todo el litoral, se destacaban las tribus de los tupinambaes y de los tamoyos, los que poseían habilidad para el canto, la danza y el uso de los instrumentos. Iniciada la conquista, Bahía y Pernambuco, en el Norte del país, son los mas importantes centros de población y, por consiguiente, donde primero se manifiestan los iniciales intentos de música culta. En 1549 el padre Manuel de Nobega fundó en Bahía un seminario donde se instruía a los indios en la música y el canto sagrado, iniciándolos también en el drama religioso, haciendo representar episodios de la vida de Jesucristo. Este religioso estableció, también en Santos, un colegio con especial atención a la enseñanza de la música sacra.

En Río de Janeiro se creó, en 1567, una Escuela de Música, y el viajero francés Carlos Lery, que llegó a Río en 1566, quedó admirado al escuchar a 600 indios cantar a coro en los servicios divinos. El desarrollo de la música profana fue mucho mas lento en los primeros años, concretándose a "cantigas" portuguesas, indolentes y monótonas en su tonalidad menor. A partir de 1578 el Brasil pasó a poder de España, al ocupar Felipe II el trono de Portugal. Los españoles llevaron al Brasil los boleros, zapateados, fandangos, seguidillas, y otras danzas y cantos de su patria, que los brasileños asimilaron. A comienzos del siglo XVII, con la liberación de los esclavos indios en 1609, se inicia la importación de los esclavos negros de Africa, elemento que debía contribuir grandemente a la formación del folklore nacional. Los acentos negros, de ritmo elemental y pobres de expresión, pero con una fuerte y primitiva religiosidad, con los que ahogaban la nostalgia del suelo nativo y la libertad perdida, hallan eco en el conquistador que, radicado en el suelo, tiene a su vez "saudade" de su patria lejana. De estos tres elementos, el indígeno, el negro y el europeo, nace la música brasileña. De 1624 a 1641 ocuparon los holandeses el nordeste del país, dejando en Pernambuco un floreciente desarrollo cultural y musical.

La primera creación musical eminentemente nacional fue la "modinha", característica danza brasileña en modo menor. Nacida en Bahía, pronto se extiende por todo el país, penetra en los salones y llega hasta la Corte de Portugal, donde es acogida con simpatía. En la segunda mitad del siglo XVIII floreció una magnífica escuela musical en Minas Gerais. La labor inteligente y tenaz de Francisco Curt Lange, ha exhumado recientemente un gran número de manuscritos que han proporcionado la evidencia de un acervo musical singularmente valioso. Figuras destacadas de esa escuela fueron los mulatos: José Joaquim Emerico Lobo de Mesquita, Marcos Coelho Netto, Francisco Gomes de Rocha, Joaquim de Souza Lobos, etc.

A principios del siglo XIX, al establecerse la Corte Protuguesa en Río de Janeriso en 1808, con el boato y esplendor europeos, la música en el brasil se desarrollo espléndidamente, llegando al país destacados músicos europeos para la capilla real, que cuenta desde entonces con una excelente orquesta y con un inmejorable cuerpo de cantantes sopranistas.

Tres grandes músicos se destacan en este singular período de la historia de la música brasileña: José Mauricio Nunes García (1767-1830), considerado el padre de la música nacional; Marcos Portugal (1762-1830), célebre compositor portugués que fue al Brasil en 1811 y allí permaneció hasta su muerte y Segiusmundo Neukomm (1778-1858), que había sido alumno de Haydn en Europa. Damián Barboza de Araujo (1778-1856), violinista y autor de música sacra, y José Reboucas (1789-1843), son también destacados músicos brasileños de este período.

En 1813 se inaugura el suntuoso Teatro Real de Sao Joâo en Río de Janeiro, y Alexander Caldcleugh, viajero inglés que lo visitó en 1824, lo llama "el primer teatro de Sud América" y afirma que las representaciones eran alternativamente en portugués y en italiano. El mismo autor describe los conciertos de la Real Capilla de Música en la Corte del Emperador; "Dispuesta como la de Lisboa en otros tiempos, no se evitaban gastos para que la función fuera enteramente digna del tema. Sopranos en número de catorce o quince. Unían sus voces peculiares en la música de marcos Portugal y de los mejores compositores de música sagrada, formando, en conjunto, una calidad de melodía debidamente apreciada". En 1817 se había hecho cargo de esta Capilla, Segismundo Neukmomm, cargo que retuvo hasta 1821.

El progreso de la música en el Brasil se debió, en gran parte, al emperador Pedro I (1798-1836), que era un destacado compositor, autor del primer Himno Nacional del Brasil. Al subir al trono su hijo, Pedro II, en 1831, se inició una brillante resurrección musical, fundándose escuelas de música, se contratan maestros de renombre, y en 1843 se realizan gestiones para que Wagner, refugiado en Zurich, se establezca en Brasil, lo que no se pudo conseguir. Francisco Manoel da Silva (1795-1865), compone un nuevo y definitivo Himno Nacional, colaborando con él un músico español de destacada actuación también en Buenos Aires y Montevideo, don José Amat. Al establecerse este instituto en 1857 se inicia el período de la ópera nacional, fecundo como ninguno en América, egresando del, mismo, entre otros compositores, Carlos Gomes (1846-1896), el primer músico americano de relieve internacional.

Surgida la República en 1889, se creó el Instituto Nacional de Música en 1890, cuyo primer director fue Leopoldo Míguez. Desde entonces hasta comienzos del siglo XX se fundan numerosos establecimientos dedicados a la enseñanza musical, entre ellos, los conservatorios de Pará, Curytiba, Pernambuco, Bahía, Petrópolis, Porto Alegre y San pablo.

Entre los más destacados compositores brasileños, además de los nombrados, figuran: Elías Alvarez Lobo (1834-1901); Joao Gomes de Araujo (1846-1942; Alberto Nepomuceno (1864-1920); Enrique Oswald (1852-1931); Francisco Braga (1868-1945); Joao Bautista Juliao (1886); Leopoldo Míguez (1850-1902); Ernesto Nazareth (1863-1937); Barrozo Netto (1881-1941); Héitor Villa-Lobos (1881-¿?), el más destacado compositor brasileño moderno, figura de relieve internacional; Francisco Casabona (1894-¿?); Oscar Lorenzo Fernández (1897-1948); Brasilio Itiberé (1896-¿?); Francisco Mignone (1897-¿?); Juan Octaviano (1896-¿?); Jaime Ovalle (1894-¿?); Assis Republicano (1897-¿?); Dinorá de Carvalho (1905-¿?); Eleazar de Carvalho (1912-¿?); José Vieira Brandao (1911-¿?); Radamés Gnatalli (1906-¿?); Hans Joaquín Koellreutter (1915-¿?); Claudio Santoro (1919-¿? ); Joao Itabaré de Cunha (1870-1953); etc.

La corriente nacionalista en la música brasileña puede decirse que nació con La Cunha (1846-1913), sobre motivos folklóricos del litoral de la provincia del Paraná. Alexander Levy (1865-1892), también escribió obras basadas en temas del folklore nacional. Otro precursor del nacionalismo fue Alberto Nepomuceno (1864-1920), autor de la Serie Brasileña para orquesta, en la que utiliza tema populares. Continuaron la misma línea, Joaquim Antonio Barroso Netto (1881-1941), Francisco Braga (1868-1945), y un fino compositor popular, Ernesto Nazareth (1863-1934), autor de piezas plenas de típico sabor nacional.

Ya avanzado el siglo XX el movimiento nacional adquiere gran impulso a través de la extraordinaria personalidad de Héitor Villa-Lobos, nacido en 1887, considerado el más importante compositor brasileño, y uno de los más prolíficos del mundo. Sus obras suman más de 700 números, entre ellas, 18 poemas sinfónicos, 12 sinfonías, 10 suites orquestales, 5 conciertos para piano y orquesta, 6 óperas, etc. Este compositor asume la más justa proyección universal a través de sus creaciones originales de grandes formas, como en los Choros, en las Bachianas o en su música de cámara. Oscar Lorenzo Fernández (1897-1948), fue una de las más notables personalidades de la música brasileña. Francisco Mignone (1897-¿?), sinfonista diestro, gran orquestador y músico versátil, es el autor de numerosa producción representativa, en todos sus géneros, etc. Mario de Andrade, Renato Almeida y Luis H. Correa de Azevedo, son musicólogos folkloristas.

La primera organización sinfónica importante creada en el brasil, fue la Sociedade de Concertos Sinfónicos, establecida en Río de Janeiro en 1908 por Francisco Braga. La Orquesta Sinfónica Brasileira se organizó en Río en 1940 y la Sociedade de Concertos Sinfónicos de San Pablo en 1921.

Las principales danzas tradicionales brasileras son: el catereté, la embolada, el maracatú, la chiba, el cururú, la macumba, el batuque, la conga, el maxixe, la samba, el jongó, etc. Los frevos derivan de antiguas representaciones de Navidad.